Historia del Premio

El Concurso Internacional de Piano “Premio Jaén” fue resultado del esfuerzo de diferentes instituciones que contribuyeron a su origen. Al año 1951 corresponde un proyecto de bases para el concurso Premio “Diputación”, redactado en el Instituto de Estudios Giennenses a iniciativa de Luis González López, director de la Sección IV del centro de estudios locales. En este primer documento el concurso tenía carácter provincial, para los pianistas de Jaén provincia o residentes en ella.

En un informe sobre el concurso publicado en forma de díptico se dice que nació éste en 1953, teniendo sus raíces en el viejo y desaparecido “Club Alpino”, sociedad deportivo-cultural de efímera existencia; se habla de su modestia, pues nació sin grandes pretensiones, y se afirma que el Club sólo aportó el nombre para aquel noble empeño. Los dos primeros premios de 1953 y 1954 fueron donados por un giennense enamorado de su tierra, amante de la música, Pablo Castillo García-Negrete. Respecto a esto último se conserva un saluda de Vicente Herrera García, presidente del referido club presentando el premio “Club Alpino 1.954”, a celebrar del 19 al 22 de abril, y adjuntando unas bases del mismo.

Las fechas anteriormente citadas de 1951, para un concurso que no nos consta fuera convocado, y la de 1954, para otro que sí lo fue, no están lo suficientemente lejanas en el tiempo como para pensar que no hubo relación de causa a efecto entre ellas. Sin embargo, no acabamos de entender, si es que ello ocurrió de esa manera, que una institución más poderosa y de mayor capacidad organizativa desde el punto de vista cultural (así al menos se demostró después), como el Instituto de Estudios Giennenses, que gozaría de algún apoyo de la Diputación Provincial, por el Premio “Diputación” mencionado, no pudiera organizarlo y sí otra institución más modesta, como la del “Club Alpino”. Quizás el Instituto en sus primeros años no se veía aún con la madurez suficiente para la organización de un Concurso de Piano y prefirió esperar.

Fue en 1955 cuando el propio Pablo Castillo, ante la lamentable decisión, por parte de los directivos del “Club Alpino”, de suprimir el concurso, hubo de buscar patrocinadores más sólidos. Entonces surgió la “presencia, activa y operante del Instituto de Estudios Giennenses” que, según hemos mencionado, pretendía la organización del Premio. Pablo Castillo, arquitecto, miembro de la docta Corporación, era nombrado consejero-delegado del certamen. Y se cambió el premio de nombre: del Premio “Club Alpino” se pasó al “Premio Jaén” de Piano. Si en otros lugares los concursos se establecen para honrar la memoria de un músico, aquí sólo ha guiado el amor a la tierra y a la música. El Premio Jaén no lleva el nombre de ningún músico.

Las primeras noticias del premio en el seno del Instituto de Estudios Giennenses, aparte de las referidas de 1951, son las que aparecen en el acta de la Comisión Permanente del 10 de marzo de 1956. En este caso a propuesta del Sr. Cobo Vera, y en nombre del consejero Sr. Castillo García Negrete, se solicitó el nombramiento del Jurado que había de calificar la actuación de los asistentes al Concurso de Piano, que estuvo formado por José Antonio de Bonilla y Mir, Eduardo Arroyo García Triviño, Antonio Molina y Asenjo, Pablo Castillo García-Negrete, José Sapena Matarredona y Joaquín Reyes Cabrera estos dos últimos eran respectivamente, directores de los Conservatorios de Música de Jaén y de Córdoba.

El Premio Jaén que respondía, en principio, al nombre de “Club Alpino” fue sin duda el primero de los concursos de piano en España; éste data, como hemos mencionado, de los años de 1953 y 1954, mientras que el “María Canals” de Barcelona lo es de 1954. El primer “Premio Jaén” de Piano, que ostentó dicha denominación, organizado y realizado por el Instituto de Estudios Giennenses, sería el concedido con posterioridad, en 1956, a Jacinto Matute Narro. Si al principio tuvo sólo carácter nacional, en el año 1959 adquirió la categoría internacional que actualmente posee. Aunque las ediciones hoy día se cuentan a partir de la primera realizada por el Instituto, la realidad es que éste es una continuación del otro, como lo indican claramente algunos apartados de sus bases y lo hace patente el que detrás de los dos concursos estuviera la misma persona: Pablo Castillo.

Aunque el título de este apartado es bien significativo, no podemos reducir la presencia musical en las actividades del Instituto de Estudios Giennenses al Concurso Internacional de Piano, su principal referente. Esta institución ha mostrado siempre una especial sensibilidad hacia la música, a través principalmente de la Sección IV del Instituto, de Literatura y Música, como lo demuestran las publicaciones realizadas sobre este tema, las conferencias concierto organizadas y el interés mostrado por la creación del Conservatorio de Música que nació prácticamente con la propia institución.

La preocupación por un Conservatorio de Música, cuyas gestiones llevaron a cabo Damián Martínez y Rafael Castillo, en 1931, tuvo una favorable acogida por parte de las entidades culturales y Corporaciones oficiales de la capital. Sabemos que en 1952 Damián Martínez pidió subvención al Ayuntamiento para la creación del mismo, según consta en el Instituto de Estudios Giennenses, donde a la propuesta del Sr. Vázquez solicitando la creación de un Conservatorio se responde con la designación para ello de Luis González López, Director de la Sección IV, con el fin de recabar ayuda, tanto del Ayuntamiento, como de la Diputación Provincial de Jaén . En 1953 se había constituido un Patronato del Conservatorio y el Instituto nombró como representante suyo al señor Molina Asenjo .

Entre las publicaciones destacan una obra fruto de un certamen convocado por el Instituto para premiar el Cancionero de la Provincia de Jaén, y algunos artículos sobre: canciones populares, músicos que hicieron su obra musical en el seno de la catedral jiennense, o que opositaron a ella, algún estudio sobre el órgano catedralicio, o sobre la música en alguna otra institución, como la Santa Capilla de S. Andrés de Jaén .

Entre las conferencias concierto destacamos la de 1956, celebrada en el salón de actos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País en un acto organizado por el Instituto de Estudios Giennenses con motivo de los centenarios de Mozart y Schumann. La conferencia estuvo a cargo del Director del Conservatorio de Música de Córdoba y Consejero de Número del Instituto, Joaquín Reyes, al piano intervino Angel López Reyes interpretando la Sonata número 13 (K. 576) de Mozart, la Novellette, op. 21 de Schumann y los Estudios sinfónicos del mismo.

El premio Jaén ha tenido unas fechas propias elegidas por su proximidad a la Semana Santa. Aunque al principio se realizaba después de dicha festividad, posteriormente se haría antes de la misma, estabilizándose sin apenas cambios de esta manera. Sin embargo, problemas de tiempo dado que es un concurso anual, dificultades económicas, de presupuestos, principalmente, debieron motivar, el sacar el concurso fuera de las fechas tradicionales y llevarlo a los meses de octubre, como ocurrió en 1984 y 1985, o de diciembre, como se hizo en 1989, creando el problema para las convocatorias inmediatas, que lógicamente no podían celebrarse al año siguiente por falta de tiempo para su organización.

En cuanto al local donde el concurso debía celebrarse se tuvieron en cuenta diversos factores que en cierto modo condicionaron su elección. Se buscaba un Salón de Actos amplio y al mismo tiempo céntrico, y si era posible dotado de un instrumento, de un piano, o varios, para el desarrollo de las pruebas del concurso y para los ensayos de los concursantes. No tiene nada de extraño que se comenzara en el Salón de Actos de la Real Sociedad Económica de los Amigos del País, sede del entonces Conservatorio de Música, y que en la actualidad se haga, en el Paraninfo del nuevo conservatorio, el Conservatorio Profesional de Música. En las primeras ediciones de 1956 a 1963 se hicieron, no obstante, en la Real Sociedad Económica, mientras que en 1964, excepcionalmente, se llevó a cabo en el Salón de Actos de la Diputación Provincial de Jaén.

Con posterioridad se ubicó en la Jefatura Provincial del Movimiento, esto ocurrió del año 1966 al de 1970, y antes de volver al Conservatorio, en 1988, lo fue en el Instituto Nacional de Enseñanza Media “Virgen del Carmen”, durante los años 1971 a 1987.

Este último local, el más estable de todos a juzgar por el número de años en que allí se celebró, estaba situado en un lugar abierto, dotado de un gran movimiento estudiantil, pues en torno a él se concentraban la antigua Escuela de Magisterio, la Escuela de Ingeniería Industrial y la de Comercio; era, y es, además, por distintas razones, un lugar de paso obligado para muchos vecinos de la ciudad. Todo ello facilitaba el que un gran número de personas conocieran la existencia del Premio, a través de esas banderas multicolores que llevadas por el viento tanto llamaban la atención haciendo crecer la expectación e interés por el concurso. Si algunos sólo lo hacían para satisfacer la curiosidad más elemental, otros se sentían especialmente identificados con lo que a primera vista suponía un gran evento musical organizado en su propia tierra. El ambiente que en aquel lugar se creaba era especial como así lo detectaban, sobretodo, las personas que venían de fuera, como ya veremos.

El Concurso Internacional “Premio Jaén” de Piano, ha tenido desde sus comienzos una historia incierta, llena de dificultades, dado que la institución organizadora, el Instituto de Estudios Giennenses, que lo convocaba a través de su Sección IV, no ha contado con la suficiente capacidad económica, lo que le ha obligado a ponerse en manos de otras instituciones oficiales o privadas que sufragasen los cada vez más elevados costos del premio. Si el primero, que tuvo lugar en 1956 fue de 5.000 pesetas, en la edición de 1992 alcanzaría la cifra de 2.000.000 de pesetas. Entre una y otra un largo camino que recorrer lleno de problemas para la entidad organizadora, y para el promotor del premio, el incansable Pablo Castillo. El concurso no podía detenerse, la competencia con otros, el desfase económico que entre ellos se producía, había que corregirlo, y su propia dinámica de continuo progreso y perfeccionamiento así lo exigían. Gradualmente, pues, la cuantía inicial del premio y su presupuesto fueron aumentando con la importancia del mismo.

Este binomio de organización y subvención fue cambiando demasiado a menudo y no siempre estuvo en perfecto maridaje. La falta de un compromiso claro por parte de los implicados propiciaba cierta improvisación, en algunos casos, y alguna falta de coordinación, en otros, que no favorecieron, precisamente, la buena marcha del concurso y la imagen de seriedad del mismo, como así lo denunciaba la prensa del momento.

Inmediatamente que comenzó el Concurso de Piano surgieron las primeras colaboraciones. Las mismas partieron de los Grupos Filarmónicos “Andrés Segovia” de Jaén y de Linares, que ilusionados con la idea, lo hacían, como así constaba en las bases de la convocatoria del Premio, organizándole un concierto al ganador de la última edición. El de Jaén no se quedó en ello sino que en torno al premio creó lo que se dio en denominar la Semana Musical del Premio; estas semanas musicales eran a juicio del crítico Antonio Fernández Cid, verdaderos minifestivales con conciertos de interés. También prestaron su colaboración desde el primer momento el Ayuntamiento de Jaén y el Colegio de Arquitectos de la misma.

En la década de los sesenta destacarían las colaboraciones del Ayuntamiento de Jaén, de la Delegación Provincial del Ministerio de Información y Turismo y del Colegio de Arquitectos, como se puede observar en las bases de años, como 1967 y 1968, mientras que la contribución del Grupo Filarmónico “Andrés Segovia” de Jaén continuaba en la línea mencionada.

En 1970 destacan las colaboraciones del Ayuntamiento de Jaén, la de la Caja de Ahorros de Granada y la del Colegio Oficial de Arquitectos.

Algunas de estas colaboraciones fueron difíciles de conseguir, nos comenta el consejero delegado del Premio, Pablo Castillo, y no siempre se concedieron de forma desinteresada.

En el presupuesto del referido año, dentro del capítulo de ingresos, aparecen como aportaciones del Ayuntamiento 39.780 pesetas de los años 1969 (que no hubo premio) y 1970, 10.000 pesetas del Colegio de Arquitectos, 100.000 entregadas por el Instituto y 3.500 de cuotas de inscripción, lo que suponía un total de 153.280 pesetas. En el capítulo de gastos aparecían 101.000 pesetas: 75.000 de premios (50.000 pesetas el primero), 15.000 de dietas del jurado, 6.000 pesetas de dietas y viajes del conservador del piano, 3.500 del banquete e invitación al jurado, 1.000 de la carga y descarga del piano, y 500 de la propina al conserje por la portería.

En 1971 colaboraron el Ayuntamiento de Jaén, la Caja de Ahorros de Granada, la Casa “Hazen”, de Madrid, el Colegio de Arquitectos y la Distribuidora de Pianos “Yamaha”, sin embargo en los años siguientes, los años setenta, los colaboradores habituales serían: Ministerio de Asuntos Exteriores, Ministerio de Información y Turismo, Comisaría General de la Música, de la Dirección General de Bellas Artes, Diputación Provincial de Jaén, Ayuntamiento de Jaén, Colegio Oficial de Arquitectos, Caja de Ahorros de Granada, Pianos “Hazen”, de Madrid, Grupo Filarmónico “Andrés Segovia” de Jaén,… como se pueden observar en las bases de los años 1972 o 1973, entre otros. Ignoramos si la solicitud de Pablo Castillo, pidiendo aumento de la asignación económica, para el referido año de 1971, a la Diputación Provincial, tuvo o no efecto.

En 1978 destacan los Ministerios de Asuntos Exteriores, de Cultura y de Educación y Ciencia; el de Cultura a través de su Dirección General de Música y Teatro, quien colaboró tanto con su apoyo cultural como económico. También estaban la Diputación Provincial, el Ayuntamiento y el Colegio de Arquitectos. En otro orden las Cajas de Ahorros de Granada y de Córdoba, Pianos “Hazen”, de Madrid, Pianos “Yamaha”, de Japón, Real Musical, de Madrid, los Conservatorios Superiores de Música de Madrid, Córdoba, Sevilla; el Grupo Filarmónico “Andrés Segovia” de Jaén y seis Sociedades Filarmónicas más de toda España (Almería, Avila, Bilbao, Cáceres, Málaga, Valencia), cinco de Juventudes Musicales (Barcelona, Cádiz, Granada, Sevilla, Tarragona), la Orquesta Filarmónica de Sevilla, Radio Nacional de Madrid, Cervezas “El Alcázar”, Gráficas Nova, de Jaén, y Viajes Sacromonte, de Jaén. En 1981 continuaron muchas de las ya mencionadas, excepto la del Ministerio de Educación y Ciencia.

El concurso, pues, no estaba sólo. Existían muchas personas y sobre todo muchas instituciones de toda la geografía española, como hemos podido observar, que creían en él y lo respaldaban de la manera que cada uno podía.

En el referido año de 1978 se dieron premios por valor de 235.000 pesetas, de ellas 120.000 pesetas para el primer premio, por lo que el presupuesto de 1970 quedó ampliamente superado.

En 1981 el primer premio ascendía a 300.000 pesetas, sufragadas por la Dirección General de Música y Teatro del Ministerio de Cultura, siendo el total de premios de 575.000 pesetas.

En 1982 el Presupuesto del Premio ascendía en el capítulo de ingresos a 2.126.272 pesetas (516.695 del saldo anterior, 100.000 del Ministerio de Asuntos Exteriores, 300.000 de la Dirección General de Música y Teatro, 400.000 de la Diputación, 150.000 Ayuntamiento, 200.000 del Instituto de Estudios Giennenses, 200.000 de la Caja de Ahorros de Córdoba, 100.000 de la Caja de Ahorros de Granada, entre otras partidas. Las 153.280 pesetas de ingresos en el presupuesto del año 1970 quedaron ampliamente superadas.

Entre los gastos destacaban partidas como la de 524.000 pesetas, de dietas y viajes de los miembros del jurado, 209.000 pesetas del hotel de los mismos, 575.000 pesetas de premios,…

En el presupuesto de 1983, que era de 2.600.000 pesetas, llama la atención la cantidad correspondiente a los premios que era de 1.425.000 pesetas, ascendiendo a 750.000 la cuantía del primero. Sin embargo, el presupuesto total no solamente no subió en la misma medida, sino que tuvo que disminuir en alguna de las partidas, lo que parece indicarnos que había algo prioritario, el Premio, lo demás se podía suplir con una buena dosis de imaginación.

En este año de 1983, seria la Diputación Provincial de Jaén, a través de su Instituto de Cultura, la que asumiría casi todos los gastos del Premio, convirtiéndose en su principal patrocinadora, sólo la casa “Hazen” colaboraba en el premio “Rosa Sabater”. En esta ocasión llama la atención el hecho de que a pesar del escaso número de colaboraciones se duplicó la cuantía de los premios de años anteriores: el primer premio alcanzaba la cifra de 750.000, mientras que el total de los premios ascendía a 1.425.000 pesetas. La Diputación Provincial había apostado en esta ocasión fuertemente por el concurso.

En 1987 la última colaboración de carácter más o menos privado, la de la Casa “Hazen” de pianos, de Madrid, desaparecía y pasaba a manos del Ayuntamiento de la ciudad. En ese año había un total de dos millones en premios y el presupuesto ascendía a 3.727.214 pesetas, mientras que en 1987 el presupuesto del premio ascendería a cuatro millones y medio de pesetas, siendo el gasto real de 3.631.312 pesetas.

Llegaríamos en 1991 a un presupuesto de 6.185.000 pesetas con 3.050.000 pesetas en premios, que en 1992, se convertirían en 3.900.000.

La falta de autonomía del Instituto obligaba a estar en manos distintas, como hemos mencionado, la organización del Premio y su subvención o patrocinio, lo que acarreó algunos problemas a juzgar por lo que leemos en la prensa.

Antonio Garrido, en 1989, al cerrarse la treinta y dos edición y hacer una reflexión en voz alta en torno al concurso y su lamentable falta de promoción, decía que en las sucesivas ediciones del Premio ha habido de todo: “organizaciones perfectas y una elevada dosis de improvisación”, justificando estas afirmaciones por una falta de coordinación entre el Instituto que organiza y la Diputación que patrocina económicamente.

No sabemos si con esas palabras quería o no referirse a la organización de esa edición, de la que existen opiniones controvertidas, si tenemos en cuenta que para un sector de la prensa, no había sido buena, mientras que para los miembros del jurado la organización había sido perfecta.

Antonio Garrido escribe, en 1989, un artículo titulado “Por la estabilidad del Premio Jaén de Piano” e insiste en la falta de coordinación que perjudica al concurso, al mismo tiempo que habla de los esfuerzos que todos (políticos, prensa, radio, televisión,…) debemos hacer por el Premio.

A lo largo de los años son varias las voces que se han pronunciado por la creación de un ente independiente que evite tales problemas y procure la estabilidad del premio. En 1979 Vicente Oya en “Veintitrés años pianisimos” hace historia del Concurso y habla de su futuro; ve también la necesidad de un Patronato que asegure la permanencia del Concurso. En ello insiste también, como ya lo había hecho en años anteriores, el resto de la prensa jiennense.

Antonio Garrido, redactor del diario Ideal, fiel defensor del Premio “Jaén”, si tenemos en cuenta toda su trayectoria de artículos dedicados al tema, escribía en 1990, a modo de acotación, “Un Premio en peligro”. Tras la pérdida del concurso de 1990, comentaba que “Desde que la Diputación Provincial mediante el Instituto de Cultura interviene tan directamente en el “Premio Jaén”, sin que el Instituto de Estudio Jiennenses asuma con autonomía, como lo ha hecho durante tantos años, todo el trabajo organizativo, cada edición es un calvario sacarla adelante”.

El Jurado del Concurso de acuerdo con su Reglamento, existente desde su primera convocatoria, era nombrado por el Instituto de Estudio Giennenses, recayendo estos nombramientos entre las personas más idóneas y capacitadas para valorar los méritos de los concursantes. El Jurado estaría constituido por un Presidente y un número indeterminado de Vocales, entre los que habría un Consejero del Instituto de Estudio Giennenses que actuaría como Coordinador y Secretario. Este último representaría plenamente al Instituto y sería su portavoz en el seno del Jurado. Todo esto junto a las funciones del presidente y demás miembros del jurado se contemplaban en el apartado primero del Reglamento.

La primera persona que ocupó este cargo de Consejero Delegado del Premio fue Pablo Castillo García-Negrete, que lo hizo hasta 1981; con posterioridad lo desempeñó Miguel Angel Berges Roldán, desde esta fecha hasta la de 1985, en que lo hizo Pedro Jiménez Cavallé, quien lo viene ejerciendo desde dicha época.

El Reglamento del Premio abordaba el tema siempre espinoso de los premios en el apartado segundo; determinaba en qué circunstancias debían otorgarse y en qué otras podían declararse desiertos. Así decía que ninguno de ellos podría ser compartido, ni declararse desierto si el número de concursantes presentados a la primera prueba fuese igual o superior a diez. Así en el apartado 2.2 se decía “Ningún Premio podrá declararse desierto si el número de Concursantes que hayan realizado la Primera Eliminatoria fuese igual o superior a Diez”. Esta norma se amplió y matizó en 1961 de la siguiente manera: “Si el número de concursantes es de 5 o inferior a este número, y si en este caso el Jurado estima que la calidad de los mismos no es lo suficientemente elevada para otorgar los premios, puede declararlos desiertos; si el número de concursantes es superior a cinco e inferior a diez, podrá, si así lo estima oportuno el Jurado, conceder el segundo premio y no el Primero; pero si los concursantes son diez o más, no podrá declararse desierto ninguno de los premios”.

Esta norma figuró durante las primeras ediciones, en 1961 y algunos años de los siguientes, en las bases, por lo que estaba al alcance de cualquier concursante que podría, por tanto, exigir al jurado su cumplimiento. Sin embargo, a partir de 1967 no se expresa nada al respecto, sólo se hace sobre la posibilidad de compartir un premio, a la que era contraria la organización, dando soluciones para evitar que tal hecho ocurriese o se repitiese. Así en las bases de 1967 se dice que “Si a juicio del Jurado, dos o más concursantes finalistas hubieran obtenido la misma calificación, podrá disponer una nueva actuación que desempate viniendo obligados estos concursantes a la interpretación de las obras, por ellos elegidas, pertenecientes al grupo que designe el Jurado”.

Si el reglamento existía desde los comienzos del concurso, en años como 1974, se actualizaría y remitiría al propio jurado. Hay un escrito de José Antonio de Bonilla y Mir, Director del Instituto, remitiendo al Jurado el reglamento aprobado por el Consejo Permanente del Instituto, con el fin de que por él se rija el Premio 1974.

El fallo del jurado se contempla en el apartado tercero. En él aparecen normas elementales sobre la forma de calificar, de 0 a 10, que no siempre se han empleado, y otras sobre las circunstancias en que se corregirán automáticamente las puntuaciones emitidas por el jurado, o sobre la posible revisión mediante una segunda votación. La calificación de los concursantes y la nota final aparecían, respectivamente, en los apartados cuatro y cinco.

En el apartado cuatro se decía que “La Beca de Música en Compostela, tendrá una votación de carácter exclusivo e independiente, si bien la puntuación del Grupo C, entrará en el cómputo general de todos los Concursantes”.

El Jurado tenía en los primeros años una estructura local, si bien con miembros cada vez más profesionales; al alcanzar la categoría internacional en 1959 su composición hubo de transformarse gradualmente con la llegada primero de un Presidente de la categoría del concertista y catedrático del Conservatorio de Madrid, Javier Alfonso, que estuvo durante 19 años presidiéndolo, y después, de diversas personalidades, españolas y extranjeras, relacionadas con el mundo del piano.

Si al principio los miembros del Jurado foráneos estaban en minoría respecto a los españoles, poco a poco la situación se iba equilibrando, siendo frecuente el que la proporción entre ambos sectores estuviera al cincuenta por ciento, y excepcionalmente, el que hubiera hasta más personalidades extranjeras que autóctonas, como ocurrió en 1981.

A partir de aquí fueron desfilando pianistas de otros países, como Marcelle Heuclin, catedrático del Conservatorio de París, Leslie Wright, concertista y consejero cultural de la Embajada de Ecuador en Francia, Josef Hirt, concertista de piano y profesor del Conservatorio de Berna, Tibor Hazay, pianista húngaro profesor de la Staatlichen Hochschule für Musik de Freiburg, Ludwig Hoffmann, de la Staatlichen Hochschule für Musik de Munich, Valentina Kamenikova, concertista checa profesora de la Academia de Artes de Praga, Jean Paul Sevilla, catedrático de la Universidad de Otawa, Nicole Henriot, catedrático del Conservatorio de Bruselas, Salomón Mikowsky, profesor de la “Manhattan School of Music” de Nueva York, Teresa Rutkowska, profesora del Conservatorío de Varsovia, Antonio de Raco, concertista argentino, Hans Graf, profesor de la Academia de Viena, Ronald Farren-Príce, decano de la Universidad de Melbourne, María Fernanda Wandsneíder, concertista y fundadora del Concurso de Oporto, …

Entre los españoles nos visitaron la inolvidable Rosa Sabater, profesora de la Staatlichen Hochschule für Musik de Freiburg (Alemania), Manuel Carra y Joaquín Soriano, concertistas y catedráticos ambos del Conservatorio de Madrid, Ramón Coll, concertista y catedrático del Conservatorio de Sevilla, Josep Colom, concertista y catedrático del Conservatorio de Madrid, Mario Monreal, concertista y catedrático del Conservatorio de Valencia, Guillermo González, catedrático del Conservatorio de Madrid y Premio Nacional de Interpretación, Rafael Quero y Joaquín Reyes, ambos concertistas y catedráticos del Conservatorio de Córdoba, Perfecto García Chornet, catedrático del Conservatorio de Valencia,…Los primeros premios de cada edición aparecían formando parte del jurado en la edición siguiente hasta el año 1992, en que las circunstancias aconsejaron lo contrario.

A la muerte, de Javier Alfonso, tras la presidencia de Leslie Wright, durante tres ediciones, fue el pianista galardonado con el Premio Nacional de Música, Guillermo González, catedrático del Conservatorio de Madrid, quien ocupó el cargo de Presidente del Jurado.

En la composición del Jurado se observa poca variación de un jurado a otro, en años sucesivos; sólo de uno a tres miembros son los que cambian. Ello puede darnos la idea de que el concurso buscaba estabilidad en este sentido y sólo aceptaba pequeños cambios que no rompieran con la armonía que en cada edición se observaba.

El premio se convocó con categoría internacional para los pianistas de los diversos países en 1959, sin embargo, de hecho no lo fue hasta el año de 1965, en que llegaron y de hecho se presentaron los primeros pianistas extranjeros; en este año hubo tres concursantes: uno de Italia, otro de España y otro de Suiza. Con anterioridad en 1960 se inscribieron dos concursantes foráneos: uno de Tánger (Marruecos) y otro de Hamburgo (Alemania), que no se presentaron.

La categoría internacional planteaba algunos problemas. La composición del jurado era uno de los factores que había que tener en cuenta si queríamos contar con la confianza de los concursantes extranjeros. En los años de 1964 y 1965 se notan ciertos esfuerzos por conseguir un jurado más profesional que dio algún resultado.

Pero sería en 1966 cuando María Canals, aplaudió y alabó precisamente la competencia del nuevo jurado que se formó en dicho año y que estuvo presidido por el concertista y catedrático del Conservatorio de Madrid, Javier Alfonso. En este año de 1966 hubo 19 concursantes inscritos, de los que se presentaron dieciséis. Aunque el Primer Premio tuvo como destino a un español, Joaquín Soriano Villanueva, los otros fueron para dos pianistas extranjeros: Gary Kirkpatrick, de Estados Unidos, el segundo, y Silveri Giuliano, de Italia, el tercero.

A partir de 1971 el jurado se internacionalizó totalmente con la presencia de miembros de otros países.

Pero el carácter internacional planteaba otros problemas. No sólo era cuestión de jurado, se necesitaban otras condiciones. Había que buscar un programa para el concurso que diera una visión más integral del repertorio pianístico y que estuviera bien estructurado. Así fue el que implantó Javier Alfonso en 1967, dividido en cinco grupos de obras, siendo celebrado, como ya hemos visto, por la propia María Canals.

Había que elaborar también unas bases bilingües, que obviaran el problema del idioma a los concursantes que no eran hispanoparlantes. De esa manera se facilitaba la divulgación del Premio y al mismo tiempo se ayudaba a los interesados a inscribirse en el mismo; eso fue lo que se hizo el mismo año de 1967.

En otro orden de cosas se necesitaba un piano digno de un premio internacional, que aunque se había intentado en 1964 con la compra de un piano Yamaha G-I, sólo se resolvería en 1970 cuando Félix Hazen cedió gratuitamente para celebrar el concurso un piano de gran calidad, que después se intentaría superar. Al año siguiente la Comisaría de la Música donaría un piano Yamaha gran cola para que sirviese al desarrollo del mismo.

Todo ello no era suficiente, pues faltaban también, por una parte, unos premios que económicamente estuviesen a la altura de las circunstancias, y por otra, una difusión efectiva de las bases para asegurarse que el premio llegaba a los lugares y centros musicales más lejanos.

El desfase económico de nuestro premio era evidente. El II Premio Internacional de Piano de Bilbao, de 1963, en el que participaban 63 músicos de 22 naciones, contaba con premios de 75.000, 50.000, 25.000, 10.000 y 5.000 pesetas; mientras que nuestro concurso lo hacía con dos premios uno de 30.00 y otro de 10.000 pesetas en la misma fecha.

Por aquella época existía también un Concurso Internacional en Orense que iba por su VIII Edición, con un premio de 100.000 pesetas. El de Jaén alcanzaba la cifra de 40.000 pesetas en la misma fecha.

En 1967 hubo una subida en la cuantía de los Premios: 1º 50.000, 2º 10.000, 3º 5.000, gracias a las colaboraciones del Ayuntamiento de Jaén, la Delegación Provincial del Ministerio de Información y Turismo y el Colegio Oficial de Arquitectos; en ese año se inscribieron 13 concursantes de los que una era extranjera, Elkz Kirkpatrick, natural de Bulgaria y residente en Viena.

En 1976 se insistió en el tema de los premios, tras la participación de sólo nueve concursantes. Manuel Carra, miembro del jurado, declaraba que “debería haber por lo menos tres premios. Esto haría aumentar el número de concursantes”.

La preocupación por su difusión llevó al Instituto, en 1957, a hacerse de una pequeña base de datos con direcciones de conservatorios de música, emisoras, bandas de música,… dentro del territorio español, incluidas Melilla y Tánger, a quienes se les enviaban las bases. La Unión Musical Española hacía por su parte la correspondiente propaganda del concurso.

Respecto a la divulgación de nuestras bases tenemos que decir que poco a poco se fue acercando el premio a las embajadas de los distintos países, como sabemos se hizo desde 1959. A los centros musicales (conservatorios, academias, escuelas superiores,…) más importantes del mundo parece que tardó algo más. El esfuerzo da sus resultados en 1962 cuando alguna escuela de música se interesaba por nuestro concurso, como la Ecole Magda Tagliaferro de París, pero ello todavía era insuficiente si queríamos que nos visitaran los concursantes de fuera de nuestras fronteras. En 1961 se interesó por el concurso pidiendo bases Josefina Fernández Nespral, de Argentina, como en 1964 lo hizo Ramón Díaz de la República Dominicana.

Sabemos que en 1967 se amplía el número de instituciones con las Escuelas de Música de Francia, Academias de Música de Inglaterra, Escuelas Superiores de Alemania, Viena, Marruecos, Egipto, Italia, Bélgica, Estados Unidos,…

Desde la primera edición del premio se observa una preocupación por su difusión. El redactor de la emisión del “Café Español” de Radio Nacional hizo un comentario sobre nuestro premio que motivó una carta de gratitud por parte de Pablo Castillo.

En París, en 1970, la profesora Jeamine Bonjeau comunicaba que estarían uno o más de sus alumnos, “pues encuentra (encontraba) particularmente bien compuesto el programa” del concurso.

El crítico internacional de música, Paul Iber, de las cadenas de publicaciones y la televisión en Canadá, Estados Unidos y Francia pidió información del Premio al mismo tiempo que solicitó se le proporcionasen credenciales, invitación y asistencias para poder cubrir este acontecimiento”.

En la solicitud de Pablo Castillo pidiendo aumento de la asignación económica a la Diputación Provincial, habló de las buenas repercusiones que había tenido el certamen “en la prensa de Méjico, Argentina y Francia,… así la satisfacción experimentada en visitas efectuadas el pasado año en algunos Conservatorios de Austria y Alemania donde nuestro Premio ya era conocido y en varias casas figuraba anunciado en los tablones de avisos”.

El concurso había que hacerlo atractivo para el público y como medio de reclamo en 1967 se compraron las primeras banderas, nueve, según factura del “Industrial Vigo” por valor de 1907 pesetas.

Por esta época El Alcázar se hacía eco del XIV Concurso Internacional de Piano de Leeds, Yorkshire, ganado por Rafael Orozco, Premio Jaén .

La valoración de un concurso de música, o de piano, como el de Jaén, no es fácil, si queremos dar la medida exacta de su proyección e importancia. Se puede analizar el concurso en sí, separándolo de todo lo que le rodea, o se puede dar una visión integral del mismo: su ambiente, lo que reporta a su ciudad, a su público, a los concursantes que en él intervienen,… El valor en metálico, del que ya hemos hablado anteriormente, aún siendo importante no lo es todo, la cultura no puede reducirse a cifras. No obstante es también un factor a tener en cuenta, que lógicamente condiciona el número de concursantes.

Desde el punto de vista de la categoría del premio, de su calidad artística, ésta resulta indiscutible; el nivel internacional que alcanzó ya en los años setenta, e incluso antes, es digno de mención. José Colom, uno de los favoritos para obtener el premio y luego ganador, declaraba: “Lo que más me ha sorprendido en el palmarés es que desde 1970 no ha habido ningún español que haya conseguido el primer premio. La consecuencia que puede sacarse es que interesa mucho a los extranjeros y, consiguientemente, que se ha alcanzado talla internacional”. Rosa Sabater, una de las mejores pianistas del momento, decía que su categoría es grande y por él están pasando extraordinarios pianistas.

Pero no es sólo ello. Es también el ambiente que ha rodeado al concurso lo que llamaba la atención no sólo de los músicos españoles, sino de las personalidades procedentes del extranjero.

Ya en 1961 declaró el jurado el alto nivel del premio, lo que no debieran ser palabras de compromiso si tenemos en cuenta que Rafael Orozco se presentó ese año y no pudo alcanzar ningún premio, sólo un Diploma de Honor.

José María Martínez Pinzolas, ganador de varios premios, declaraba que entre todos los premios conseguidos el de Jaén lo destacaba porque “tiene categoría internacional y es muy codiciado por los grandes pianistas”.

Manuel Carra, catedrático del Conservatorio Superior de Música de Madrid, en 1971, decía que “el nivel actual del Premio Jaén de Piano es bastante bueno” . De la misma manera la señora Van Barentzen afirmaba el mismo año que “hay mucho entusiasmo aquí por la música. He visto un gran ambiente. En esta ciudad se vive la música. Yo he sido jurado en los concursos de Bruselas, de Munich y de Ginebra, entre otros, pudiendo afirmar que este de Jaén alcanza un excelente nivel. Es, ciertamente, admirable”.

La profesora Marcelle Heuclin asimismo comentaba: “Me gustaría que hubiese muchos concursos como éste. Así se crea el amor a la música. He visto aquí un ambiente muy interesante. El Premio Jaén de Piano es desde luego, más nuevo que los existentes en otros países, pero sin embargo, ocupa un gran lugar en el mundo”.

En 1976 Leslie Wright, miembro del jurado, declaraba: “En Europa, Asia y América, se sabe de su importancia y de sus inquietudes…. Además da vida musical a España, pues permite descubrir nuevos valores, que dan idea del nivel internacional del premio .

Desde el punto de vista del concursante el premio tiene una dimensión, no sólo económica, sino de formación de su currículum. En la carrera de un concursante es siempre importante el mostrar los galardones adquiridos en concursos internacionales. El Premio Jaén supone no sólo una dotación económica interesante, sino por encima de ello la posesión de uno de los premios de mayor prestigio; este gran mérito en su “curriculum vitae” le abriría las puertas tanto de las salas de conciertos, como de las aulas de los conservatorios de música más relevantes del mundo.

Para Boris Bloch, ganador del Premio Jaén en 1975, tuvo una gran importancia su consecución al declarar: “Este triunfo supone un paso importante en mi carrera”. Al año siguiente Michiko Tsuda se pronunciaba en el mismo sentido: “Soy consciente de la importancia de este premio que ha de representar mucho en mi vida artística”; y en 1977 insistía en que había sido un paso decisivo en su carrera. De la misma manera Rosa Sabater decía: “Si miramos la lista de gente a quienes se les ha concedido premios, podemos ver que todos ellos ocupan hoy lugares destacados dentro del mundo del piano”; y Leslie Wright declaraba que “es un salto a la fama definitivo, una consagración”.

Pero no sólo el premio interesa al concursante que se hace acreedor de él, sino que los ganadores aportan categoría al propio concurso. Así lo hacen grandes concertistas como Rafael Orozco, Elza Kolodin, Boris Bloch, Hüseyin Sermet, … que han paseado y exhibido el premio, en su currículum, a través de la geografía mundial, o grandes profesores como, Joaquín Soriano, Mario Monreal, o Jean Francois Heisser, quienes han destacado no sólo por su labor concertística, sino por la correspondiente en la enseñanza en conservatorios de élite, como el de Madrid, el primero, el de Valencia, el segundo, o el de París, el tercero. Pensemos en otros casos como el de Begoña Uriarte, quien a los pocos meses de obtener el premio recibió una beca del Gobierno alemán que le permitió estudiar cuatro años en Munich con Rosi Schmid.

Antonio Fernández Cid, crítico musical, decía en 1975 que el Premio Jaén se había convertido en “uno de los concursos internacionales más importantes de cuantos se celebran en España”. Y añadía “Se rodea de un minifestival de música, integrado por conciertos de interés”.

Otro crítico, Andrés Ruiz Tarazona, declaraba en 1979 al periódico Jaén, que “El Premio Jaén es ahora mismo el más prestigiado en España y el de más alta calidad” señalando al mismo tiempo como defectos: el poco despliegue informativo y la ausencia de la televisión.

En 1982 Javier Alfonso declaraba que “El nivel del certamen es de los primeros de España y de Europa” . La prensa también se hacía eco de la importancia del premio destacando en 1983 la “Gran participación y alta calidad”, como características de la edición, según señala Antonio Garrido.

Al mismo tiempo, Diego Jerez, Director del Instituto, tras el éxito de la última edición, de 1983, declaraba en el mismo periódico estar dispuesto a seguir proyectando el certamen.

El mismo crítico, Ruiz Tarazona, escribirá en fechas y en circunstancias bien distintas, para el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, cómo en torno al prestigioso Concurso Internacional de Piano se desplegaba un pequeño festival de música, opinión que concordaba con la anterior de Fernández Cid.

En efecto, la Semana Musical del Premio constituía un pequeño festival como reconocían los críticos anteriores. En 1975, por ejemplo, colabora con el Instituto el Grupo Filarmónico “Andrés Segovia” de Jaén y se organizan las siguientes actividades: Concierto en la catedral (16 de marzo a las 12,30), por la Agrupación Polifónica de Madrid, con un programa de polifonía del Siglo de Oro; una conferencia, el mismo día a las 20 horas por parte del crítico musical Antonio Fernández-Cid de Temes, sobre “Isaac Albéniz y Enrique Granados en el arranque internacional del pianismo español”; y otra serie de conciertos: uno al día siguiente, a cargo del pianista Jean Francois Heisser, Premio Jaén 1974, otro recital el 18 de marzo a cargo de Joaquín Soriano, Premio Jaén, 1966, y otro a cargo del Quinteto de Viento Checo de Praga al día siguiente. Estos tres últimos conciertos fueron organizados por el Grupo Filarmónico “Andrés Segovia” de Jaén. Los días siguientes, a partir del 20, se desarrollaron las pruebas del concurso y la prensa se hizo eco de la Semana Musical del “Premio Jaén” de Piano.

La importancia del Concurso Internacional “Premio Jaén” de Piano, reside también en su antigüedad; como hemos dicho anteriormente, es el más antiguo de España, como se puede observar en la obra de Gustav Alink, Piano Competitions, en la que hace una relación de los distintos concursos de piano con sus principales características, entre ellas las fechas de creación. Según los datos de esta obra el Concurso de Jaén es el premio español más antiguo en la modalidad de piano.

Desde otro punto de vista, la ciudad organizadora del concurso, que hace un gran esfuerzo en su realización, también tiene una recompensa, quizás más cultural que económica. Jaén como ciudad, gracias al premio, va a ser conocida como protagonista de un gran evento musical a nivel internacional y su nombre va a permanecer inseparable del concurso, donde llegue éste llegará la ciudad que le vio nacer. En este sentido se cuidaba cada vez más la imagen no sólo de la ciudad, sino de la provincia, con fotografías de ambas entre las que predominaba la de la catedral jiennense; unas veces se limitaba a la fachada y otras se hacía con bellos interiores.

Pablo Castillo hablaba en 1971 de las buenas repercusiones que ha tenido el certamen en la prensa del extranjero, así como la satisfacción experimentada en varios países como, Austria y Alemania, donde nuestro Premio ya era conocido, tanto en los conservatorios como en varias casas comerciales de música.

Martínez Pinzolas decía que se llevaba “un grato recuerdo de esta ciudad que con este concurso, nos ofrece un ejemplo de sus inquietudes musicales”.

Leslie Wright comentando los contratos de conciertos que había conseguido para los ganadores en Sudamérica (Ecuador, Colombia, Perú), declaraba que “Jaén se lo merece pues si bien el nombre de Jaén está ligado a la música de piano, lo cual es de sobra conocido, aún se conocerá más por el mundo”.

Rosa Sabater declaraba que venía a Jaén con un cariño especial, ya que “es una ciudad muy acogedora y digna de tener este importante premio de piano”.

Pensemos por otra parte en la cantidad de concursantes, o miembros del jurado, muchos de ellos acompañados de familiares, que nos han visitado a lo largo de todo este tiempo. La mayoría se lleva una imagen de Jaén y, a veces, de la provincia (Baeza y Úbeda), sobre todo en el caso de los miembros del jurado. Guillermo González, uno de ellos, decía que el Premio Jaén de Piano daba un gran prestigio a esta provincia.

Desde el punto de vista cultural y educativo hay que tener en cuenta que el público asistente se pone en contacto con un género de música que no todo el mundo tiene oportunidad de hacerlo, y menos en directo. Compositores como Prokofief, Strawinsky, Hindemit, Messiaen, Schoenberg, … han llegado antes al público de Jaén aficionado al Premio que al de otros lugares, gracias al concurso. Así se crea, como decía la profesora Heuclín, el amor a la música y al piano.

José Colom decía que el ambiente musical de Jaén es, muy superior al del resto de las provincias españolas. Decía que el interés “anormal” (fuera de lo normal en comparación con otras provincias) por la música de Jaén se debía al concurso. Las profesoras del Conservatorio de París, M. Heuclin y Van Barentzen, miembros del jurado se sentían, como hemos dicho, verdaderamente impresionadas por este ambiente.

En la “Semana del Premio Jaén de Piano 1975”, el periódico Jaén comentaba que el “ambiente de este concurso es realmente impresionante”. Destacaba tanto la alta preparación de los concursantes como el ambiente de interés que se había despertado en un público selecto, notándose la presencia de destacadas personalidades de la música de España y de diversos países.

AÑO NOMBRE NACIONALIDAD
2021 Valentin Malinin Rusia
2020 Suspendido —-
2019 Alexander Koryakin Rusia
2018 Honggi Kim Corea
2017 Chun Wang China
2016 Alexander Panfilov Rusia
2015 Anastasia Rizikov Canadá
2014 Akihiro Sakiya Japón
2013 Premio desierto
2012 Yutong Sun China
2011 Marianna Prjevalskaya España
2010 Mladen Colic Serbia
2009 Antonii Baryshevskyi Ucrania
2008 Yun Yi Qin China
2007 Uki Lauri Aleksi Ovaskainen Finlandia
2006 Inesa Sinkevych Israel
2005 Ilya Rashkovskiy Rusia
2004 Irina Zahharenkova Estonia
2003 Premio desierto
2002 Anna Vinnitskaya Rusia
2001 Javier Perianes España
2000 María Sissi Grecia
1999 Sergei Tarasov Rusia
1998 Susumu Aoyagi Japón
1997 Premio desierto
1996 Christiano Burato Italia
1995 Miguel Ituarte España
1994 Premio desierto
1993 Olivier Cazal Francia
1992 Brenno Ambrosini Italia
1991 Graham Scott Inglaterra
1989 Martin Zehn Alemania
1988 André Boainain Brasil
1987 Chang-Rok Moon España
1985 William Stephenson Gran Bretaña
1984 Willian Geroges Fong Gran Bretaña
1983 Akiyoshi Sako Japón
1982 Benedetto Lupo Italia
1981 Hüseyin Sermet Turquía
1980 Emilio Angulo Sánchez México
1979 John Salmon EE.UU.
1978 Premio desierto
1977 Josep Colom España
1976 Michiko Tsuda Japón
1975 Boris Bloch URSS
1974 Jean François Heisser Francia
1973 Elza Kolodin Polonia
1972 Eva Osinska Polonia
1971 Valentina Díaz de Frenot España
1970 José María Martínez Pinzolas España
1968 Boaz Sharon Israel
1967 Premio desierto
1966 Joaquín Soriano Villanueva España
1965 Premio desierto
1964 Rafael Orozco Flores España
1963 Mario Monreal Monreal España
1962 Joaquín Parra González España
1961 Rafael de Solís y Peiró España
1960 Carlos Santos Ventura España
1959 Agustín Serrano Mata España
1958 Clotilde Ortiz R. de Celis España
1957 Begoña Uriarte Pérez España
1956 Jacinto Matute Narro España